CORSARIOS Y PIRATAS VASCOS


CORSARIOS Y PIRATAS VASCOS



Cuando los piratas y corsarios vascos sembraban el pánico a ambos lados del Atlántico

Todos conocemos a Blas de Lezo, Juan Sebastián Elkano, Miguel López de Legazpi, Andrés de Urdaneta… Grandes navegantes de origen vasco y fama mundial que conforman un importantísimo capítulo de la Historia Universal.
Sin embargo, también existieron lobos de mar de peor fama, piratas y corsarios vascos temidos y sanguinarios que hacían temblar a los buques europeos, y cuyas fechorías también han aportado mucho a la historia marítima.

Corsarios y Piratas

Antes que nada, conviene aclarar los conceptos de corsario –o corso- y pirata. Aunque en esencia la actividad sea la misma, los corsarios eran “legales”, por así decirlo; se ajustaban a una serie de formalidades, recogidas en las cartas de marca o en las patentes de corso que los monarcas otorgaban a los capitanes de las embarcaciones. Consistían en permisos para saquear barcos enemigos, una actividad controlada por las autoridades.
Por otra parte, la piratería se practicaba al margen de los ordenamientos legales y era –y sigue siendo- una auténtica lacra para el comercio marítimo de la época.

He aquí la patente de corso otorgada a la fragata donostiarra “Nuestra Señora del Rosario”, en 1690.

“En virtud de la presente, permito al dicho capitán, Pedro de Ezábal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso, de 29 de diciembre de 1621 y 12 de septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de España, Berbería y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la nación francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella Corona; y a los demás corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fueren de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaración que no pueda ir ni pasar con su fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ningún pretexto…Dada en Madrid, a 28 de agosto de 1690. Yo, el Rey”.





Algunos hitos históricos del corso vasco

Ya en 1304 los piratas vascos se echaban a la mar para asaltar barcos mercantes. Los primeros piratas conocidos fueron Antón de Garay y Pedro de Larraondo, ejecutados por piratería en el Mediterráneo en los siglos XIV-XV.
En el siglo XIV, Eduardo III de Inglaterra se enfrentó a los corsarios y piratas vascos, temidos en las costas europeas. Así relataba el monarca:

“Tanta es su soberbia que habiendo reunido en las partes de Flandes una inmensa escuadra, tripulada de gente armada, no solamente se jactan de destruir del todo nuestros navíos y dominar el mar anglicano, sino también de invadir nuestro Reino”.




En un primer momento los piratas y corsarios, actuaban hasta el Canal de La Mancha, en Inglaterra; pero poco a poco fueron extendiéndose hasta el norte de Europa, las costas americanas y las costas de Berbería en el norte de África.
San Sebastián y Hondarribia fueron las dos principales plazas corsarias de la península ibérica en el siglo XVII, auténticos nidos de corsarios. Las tripulaciones de las embarcaciones corsarias eran proporcionalmente más numerosas que las que incluían las embarcaciones de la Armada Real.
Fue la época dorada del corso y los vascos, especialmente guipuzcoanos, estaban a la cabeza por su estratégica situación: muy cerca de Francia, el enemigo, y en plena ruta comercial que comunicaba la Península con los puertos europeos.


Entre el siglo XVII y el siglo XVIII, los vascos fueron los principales corsarios de las aguas europeas. El señorío de Vizcaya contaba nada menos que con 77 buques corsarios. Obviamente, la población vasca no era tan numerosa como para llenar todos esos buques, por lo que se solía recurrir a levas.
Cuando estalló la guerra de Holanda, en 1621, y hasta 1635 fecha en la que comenzó la guerra hispano-francesa, las dos localidades guipuzcoanas se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey.

¡Al abordaje!

El método más utilizado por los piratas y corsarios vascos era el abordaje –cómo no- combinado con el uso de artillería. Sin embargo, aunque sí eran violentos, no iban excesivamente armados, ya que no les interesaba destrozar el barco apresado, pues luego tenían que venderlo. Normalmente preferían el merodeo al acecho, es decir, navegar en busca de presas en vez de esperarlas en un punto fijo, aunque se combinaran las dos tácticas.
Tras el apresamiento de los buques, siempre se celebraba una vista para decidir si había sido legal o ilegal. Si era ilegal, se devolvía la carga. En el caso de la piratería, nada de esto ocurría, pues se trataba de una actividad al margen de la ley.




En cuanto a las víctimas, sólo un bajo porcentaje de quienes sufrieron ataques en el mar sobrevivió a las tropelías de los vascos, que eran principalmente abandonados en islas desiertas. Otros, hábiles navegantes, eran obligados a formar parte de la tripulación pirata.
Muchos corsarios ejercieron la piratería, bien por llevar la licencia caducada, porque decidieron ir por libre, por no esperar a la bula real, o en periodos de paz entre España y sus enemigos.

Los piratas vascos más temidos




No fueron pocos los piratas vascos de temida fama. Lope de Aguirre, apodado El Loco o El Tirano, fue uno de los corsarios vascos más crueles. Puso rumbo a Perú en busca de los tesoros que escondía el país, donde se ganó una oscura fama gracias a su violencia y crueldad. Fue condenado por un juez a ser azotado públicamente por incumplir las leyes que protegían a los indios (1551), y decidió vengarse de dicho juez persiguiéndolo hasta matarlo.
En 1560 emprendió otra expedición junto a Pedro de Ursúa en busca de las legendarias riquezas de El Dorado, pero al no toparse con tesoro alguno, enfadado, organizó un motín para asesinar a Ursúa y tomar el mando de la expedición, siguiendo con los crímenes por el Amazonas. Durante 10 meses Lope de Aguirre llegó a asesinar a 72 personas de su expedición que él consideraba que no eran útiles o que no cooperaban en la empresa.




Michel Etchegorria, apodado Michel le Basque, fue un pirata vasco-francés que sembró el terror en las costas del Caribe a mediados del siglo XVII. Según cuentan, tenía por costumbre arrancar el corazón de sus víctimas y comérselo cuando aún palpitaba.


Pedro de Larraondo fue un mercader bilbaíno reconvertido a corsario, uno de los primeros corsarios conocidos. Solía ser víctima de los saqueos de los catalanes, por lo que decidió hacerse pirata y ser el terror de quienes le habían acosado. Durante el siglo XIV sembró el pánico en el Mediterráneo.
Finalmente, los catalanes decidieron pactar con los enemigos naturales, los moros, para así deshacerse del bilbaíno de una vez por todas. Existen varias versiones sobre su apresamiento final. Hay quien cuenta que fue capturado por los barceloneses y entregado a los moros, y quien dice que fue un barco árabe, armada del Sultán, quien lo apresó. El Sultán le ofreció el perdón a él y a su tripulación a cambio de que se convirtieran al Islam. Pero Larraondo se negó, y fue decapitado.

IÑIGO ARTIETA



Natural de Lequeitio, se dedicó a la construcción de barcos y comercio por el Mediterráneo. Durante estos viajes realizó también actividades corsarias como apresamientos de naves. También compraba tanto telas como otros artículos por encargo de la Iglesia de Santa María de Lequeitio.

En 1482, Iñigo de Artieta cargaba su nao en el puerto de Palermo con paños de comerciantes genoveses, cuando tuvo que enfrentarse a Luis de Pexo que trataba de impedir la transacción por considerar a los genoveses enemigos de la Corona Española. En la pelea Artieta se apoderó del barco de Pexo. Los armadores de barcos lequeitianos pagaban el 1% de sus beneficios a la fábrica de Santa Maria de Lequeitio, Iñigo Artieta declaró 500 ducados de beneficio por el citado apresamiento del barco de Luis Pexo, por lo que ingresó 5 ducados a la fábrica de Santa María.


El 20 de septiembre de 1487, el Teniente Preboste de la villa de Lekeitio se presentó en la torre de Iñigo de Artieta con una carta de los Reyes Católicos donde se le acusaba de haber asaltado y robado, cuatro meses antes, todas las mercancías de un barco propiedad del rey de Nápoles que se encontraba en el puerto de Otranto (Reino de Nápoles), ascendiendo todo lo robado a 60.000 ducados de oro. La defensa del corsario fue, que había sucedido el 12 de febrero de 1486, que el apresamiento se había producido en la costa de Tarento (Reino de Nápoles) y que el barco era propiedad de Cide Amed, moro alejandrino. Por este apresamiento, Iñigo de Artieta, declaro 5300 ducados de beneficio, por lo que ingresó 53 ducados a la fábrica de Santa María

VICENTE ANTONIO DE ICUZA Y ARBAIZA

Natural de Erenteria donde nació en 1737.

A los 20 años embarca en un navío guardacostas de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. En abril de 1765 el Gobernador y Capitán General de la Provincia de Caracas le concede patente de corso, con categoría de Capitán Comandante.

En 1772 es nombrado Comandante de Corsarios. Capitaneó varios barcos, como Nuestra Señora de Aranzazu, Nuestra Señora del Coro y La Prusiana.


En 1782 regresa a España, desembarcando en Cádiz, y un año más tarde es nombrado Teniente Coronel de Infantería. Murió en 1785, en Santa Marta de Colombia.

SÁNCHEZ DE ARBOLANCHA




Fue asesinado en 1424, en las costas de Portugal, cuando lo abordaron los genoveses, quienes echaron al mar a toda la tripulación.

Pero los puertos eran un terreno abonado al espionaje, y pocas cosas se podían ocultar por mucho tiempo. El hijo de Arbolancha esperó ocho años en tramar la venganza. Quizá el paso del tiempo hizo sentirse confiado a Luquetio Genovés, que era el capitán de las naves piratas responsables del asesinato. El caso es que el vizcaíno lo mató en las mismas gradas sevillanas de Santa María.


Los episodios rocambolescos se sucedían en aguas tan turbulentas y con legislaciones poco estables y claras. 

GASPAR ANTONIO

Soldado en el presidio de Fuenterrabía, al pedir su parte correspondiente de los beneficios obtenidos por las capturas del San Joseph, fragata de guerra, relata que el encuentro del que se derivó la ganancia se produjo en las costas rebeldes de Portugal.

Se apropiaron de dos navíos franceses con carga de azúcar y diacitrón, provenientes de Madeira y con Saint Malo y La Rochela como destino, y de otra fragata inglesa que dichos franceses traían a su vez apresada y cuyo cargamento consistía en vinos de Málaga.

Ante semejante situación, el soldado-corsario aventura que la actuación de la dicha fragata inglesa parece piratería, pero no cuestiona su propia postura y legalidad en un asunto en el que hicieron negocio de carambola, robando a ladrones. 





JUAN ARRIOLA

Fue un donostiarra que salió con un barco de guerra a corso el año 1630 y trajo varias presas.

Una de las presas llevaba mercaderías enemigas pues procedían de Irlanda, país aliado de Inglaterra. Se trata del barco San Buenaventura, y aunque es época de paz, y el barco sea francés, resulta que la hacienda es irlandesa, lo que ya la convierte en posible y legal botín.



ALONSO DE IDIÁQUEZ



Superintendente de la Escuadra del Norte y armador de Pasajes.

Nació en Amberes entre 1594 y 1596 cuando su padre era teniente de la fortaleza. Padre vasco y madre santanderina. Tras una carrera militar en los tercios de Flandes, hacia 1620 fue nombrado Superintendente de Fábricas y Plantíos de Guipúzcoa. Desde entonces residió en Pasajes.

Como armador se interesó en el corso en 1623 y en varias ocasiones propuso varios proyectos. Hasta que no sugirió una escuadra armada por particulares y apoyada por empréstitos reales, no lo escucharon.

Real Orden de 24 de enero de 1633 por la que se nombra a Idiáquez superintendente de la Escuadra del Norte. Se le llegaron a ceder atribuciones para conceder patentes de corso. La escuadra inició sus ataques a los holandeses bajo el mando de Lizardi.

Idiáquez construyó y armó tanto galeones como naves menores con hombres como Francisco de Escorza o Cristian de Echevarría al frente. Entre 1633 y 1635 se habían armado en la escuadra 32 bajeles y se habían tomado 47 presas buenas.

Tras la derrota de España en las Dunas, la carrera de corso comenzó a tener problemas. La Corona exigió la devolución de los empréstitos para armar barcos reales y la acción de los guardacostas y buques de guerra holandeses complicaron la vida corsaria.

Como recompensa de todos sus servicios pidió en 1641 y en 1643 el título de vizconde. No se le concedió, como tampoco el de capitán general de la Armada del Norte (la Real, no la Escuadra que dirigió él mismo) o de la de la provincia de Guipúzcoa.

Murió en Pasajes en 1645. Fue la figura esencial para la creación y desarrollo del corso en el Cantábrico.

PEDRO DE EZABAL

Vecino de San Sebastián, fue almirante de una fragata de guerra de 42 piezas de artillería, llamada Nuestra Señora del Rosario y Ánimas, construida para la seguridad de la costa guipuzcoana y su comercio marítimo en 1690. Apresó diferentes embarcaciones franceses del mar Cantábrico.




PEDRO AGUIRRE

Alias el Campanario, originario de San Sebastián. De simple paje en el galeón “Jornada de Inglaterra” pasó a capitanear un navío de 150 toneladas y en 1623 el buque corsario “San Pedro”, con una tripulación de gentes de mar y de tierra muy experimentada. Con el botín obtenido de sus correrías fletó un barco mayor que se convirtió en la pesadilla del Canal de la Mancha.

La Corona española recibió muchas quejas de los armadores extranjeros, acusando a Aguirre de maltratar a las tripulaciones apresadas. La Corona no sólo no lo amonestó, sino que le dio permiso para apresar naves en las playas abiertas de Francia e Inglaterra. En 1630 es mencionado como capitán de infantería y de mar en la nueva flota de corso del duque de Maqueda.

Pedro Aguirre nunca fue apresado.


JUAN BERNARDO LIZARDI



Había servido desde 1618 en diversas armadas reales hasta que en 1633 se inclinó por la carrera de corso al frente de cuatro naves.

En una de sus incursiones se topó con cinco navíos holandeses y cuatro franceses armados con cañones de bronce. El capitán Lazardi, con astucia y valor, abordó la nave capitana con sus hombres ante la atónita mirada de sus enemigos, mientras sus otras naves capturaban otro de los navíos de trescientas toneladas.

La acción le valió el reconocimiento real y le encargaron misiones más peligrosas.

En 1637 llevó cinco galeones a La Coruña para la escuadra corsa de Lope de Hoyos. En 1638 se halló entre los socorros que enviaron durante el sitio de Fuenterrabía, bajo el mando de otro corsario, Francisco de Escorza, y participó en la batalla naval de las Dunas.

Fue de los pocos que consiguió el título de capitán de mar y guerra de un galeón.


PEDRO DIÚSTEGUI

                                                    

Tras años de servir en la Armada Real y de practicar el corso, en 1631 el mal tiempo le obligó a refugiarse en Belle Île con varias presas. Sorprendido por tres navíos de la armada francesa entró en combate en alta mar. El vasco Diústegui se rindió, pero los franceses lo asesinaron en su propia cámara junto al piloto, el condestable y varios marineros. Enviaron al resto a galeras, salvo al capellán, el cirujano y uno de los hijos de Diústegui, Agustín, que escaparon.

En 1638, el armador Zárraga menciona como presos al remo para un canje a otro hijo de Diústegui que navegaba como teniente, al maestre y al contramaestre (hijo del almirante Pedro de Londres). En 1639, estos hombres obligaron a la galera francesa donde se encontraban como galeotes a rendirse ante la española Santa Bárbara que los encadenó de nuevo hasta que llegó el indulto.

La viuda de Pedro Diústegui pasó miseria al no serle concedida una pensión de limosna.


AGUSTÍN DIÚSTEGUI



Fue uno de los armadores más importantes de San Sebastián a mediados de siglo. Tras la aventura con su padre en 1631 y su huida, sólo se sabe que participó en el corso hacia 1636. Vuelve a haber datos concretos en 1652 como armador reconocido y asentado.

Su éxito fue espectacular y en 1664 adquirió el grado de capitán general de la Armada de Barlovento, gracias al préstamo de 50.000 pesos a la Corona. Falleció en Madrid en 1670 en la parroquia de San Martín.

FRANCISCO DE ESCORZA

Sirvió durante más de veinte años como cabo de la escuadra del norte de Idiáquez. En 1633 mandó el navío San Lorenzo y barrió el canal de La Mancha. En uno de los viajes a Flandes con despachos reales fue perseguido por los enemigos y encalló en Gravelinas, para salvar los despachos los llevó sobre la cabeza nadando hasta tierra.

Le entregaron un nuevo barco, La Liebre, con el que logró numerosas capturas. Durante el sitio de Fuenterrabía, entró con socorros y se quedó a ayudar como cabo de nueve chalupas con las que salió a recoger información sobre el enemigo.

En su larga trayectoria apresó a más de cien navíos, saliendo victorioso de todos los combates que entabló. Idiáquez pidió el título de capitán de mar y guerra para Escorza, pero no se le concedió.

Falleció peleando contra un navío holandés que retornaba del Brasil entre 1643 y 1647. Casado con doña Gracia de Garate, tuvo dos hijos y una hija, a la que se le concedió como limosna tres reales diarios y una plaza para el menor de los hijos.





CRISTIAN ECHEVARRÍA

Nació en Roscoff, Bretaña, y se asentó y casó en San Sebastián. Fue uno de los cabos y armadores más activos y estaba muy relacionado con Idiáquez. Armó 10 navíos de guerra y apresó a más de 36 barcos holandeses, ingleses y franceses.

Tuvo dificultades con la Corona por su nacionalidad francesa. En 1635 se le embargó alhajas y parte de una presa por esta causa. En 1641 suplicaba que no se le embargara de nuevo y que se le tuviese por natural del reino. Fue recomendado por Idiáquez.

En 1644 capturó un navío inglés con tabaco de contrabando y se vio obligado a entrar en Castro Urdiales, donde el alcalde se apropió de la cuarta parte por ser contrabando, además de apresar al subdelegado de Idiáquez. El propio Idiáquez intervino y exigió que se castigase el exceso del alcalde. Sin embargo, el fiscal le dio la razón al alcalde de Castro y lo consideraron contrabando.


FRANCISCO DE ZÁRRAGA BEOGRÁN




Hijo de un armador de cierta importancia. Se dedicó al corso e hizo suficiente fortuna como para armar su propia escuadra que tomó el nombre de Escuadra del Rosario, en 1641. En 1642 pedía los títulos de capitán de mar y guerra para sus capitanes, entre los que se encontraban dos hijos de Pedro Diústegui.


A la muerte de Idiáquez pidió la Superintendencia de la Escuadra del Norte, pero no recibió contestación.




Monumento a los corsarios y navegantes vascos en Bidarte (Lapurdi)

Diario original del pirata Luis de Bayon (siglo XVII)











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